Nuestra Familia
Tres hermanas nacidas en el seno de una familia muy humilde. Nuestro padre, Federico, siempre se ha dedicado a cuidar ganado. Teníamos un pequeño rebaño con el que se sustentaba toda la familia. Nuestra madre, Gloria, ama de casa, ha dedicado su vida y su tiempo a cuidar de su marido, sus mayores y sus tres hijas. Así, nos hemos criado las hermanas Lorenzo Escobar, en un entorno familiar y humilde en el que dinero ha habido poco, pero valores nos han inculcado muchos.
Una infancia diferente
Tuvimos una infancia, quizá, muy distinta al resto de niñas de nuestra edad. Debido al trabajo de nuestro padre fuimos trashumantes. En invierno había temperaturas muy bajas en Pontones que dificultaban la crianza de las ovejas, por ello desde noviembre hasta mayo toda la familia nos trasladábamos a Sierra Morena, donde las temperaturas eran más altas y había pasto para nuestro ganado. Allí, sin saberlo en aquel momento, generamos algunos de los recuerdos más felices de nuestra niñez.
Los años en los que éramos pequeñas y no íbamos al cole, vivíamos en un cortijo, en medio del campo, rodeadas de naturaleza, al que no llegaba ni el agua ni la luz y en el que nuestro único medio de transporte era la yegua de Federico.
La vida en el cortijo
Allí sacábamos agua del pozo para beber, cocinar, lavarnos en un barreño y lavar la ropa en el pilar.
Por las noches encendíamos el “gas” (una botella de camping gas) y junto a la chimenea jugábamos a las cartas, contábamos chistes, historias que disfrutábamos la abuela, nuestros padres, nosotras y la familia con la que compartíamos el cortijo…
Durante el día jugábamos con los animales, teníamos gallinas, conejos, perros, los pájaros que visitaban el pienso que caía al suelo de las ovejas y sobre todo con los pequeños borreguillos, incluso algunas veces salíamos a cuidar de los cerdos (marranos para nosotras) que criábamos para hacer la matanza que nos sustentaría el invierno siguiente.
Así crecimos
Cuando fuimos creciendo y empezamos el cole, en lugar de ir al cortijo los inviernos, nos alquilábamos una casa en un pueblo cercano al cortijo y así podíamos ir al cole todos los días, en invierno en un cole y en otoño y primavera en otro, en Pontones… y así hasta que cumplimos 10 años, con esa edad ya no había cole para nosotras en Pontones y nos fuimos a estudiar a una residencia, otra etapa de nuestra vida que nos ha fortalecido y nos ha hecho madurar tempranamente, pero que también nos ha dejado momentos maravillosos.
El futuro que él quería
Conforme vamos creciendo, el mayor sueño de Federico es que sus hijas estudien y tengan libertad económica, nos lo repetía cada día y hacía grandes esfuerzos para que pudiéramos permitírnoslo, pero no eran suficientes para que pudiéramos estudiar fuera de casa, así que muy jovencitas empezamos a trabajar, hicimos la maleta rumbo a Murcia y empezamos a combinar trabajo y estudios para poder llegar a fin de mes.
Una historia que hemos repetido las tres hermanas. A la cabeza Mari Carmen que es la mayor y, a la que hemos seguido paso a paso Paqui y Ana Belén.
Lo que nos enseñaron
Uno de los valores que nos enseñaron en casa fue el del trabajo, y dentro de él, el respeto y el honor. ¡A trabajar no nos ganaba nadie!.
Hemos defendido nuestro puesto de trabajo en cada una de las empresas que hemos estado con la misma pasión que si la empresa fuera nuestra y esa implicación nos ha hecho aprender mucho y de muchas cosas distintas, hasta que un día decidimos trabajarla para nosotras, sin tener definido a donde dirigirnos, a qué dedicarnos, pero teniendo claro que queríamos hacer algo muy nuestro y distinto de lo que veíamos a nuestro alrededor…
Y de ahí nació D’Arome, una tienda dedicada exclusivamente a aromas de hogar, en Alhama de Murcia, un pequeño pueblo de la Región de Murcia, que ni siquiera era el lugar donde vivíamos, pero sus habitantes tenían mas poder adquisitivo y no nos importó desplazarnos 35 km cada día para subir la persiana en un pueblo en el que no conocíamos a nadie, pero que nos abrió las puertas y nos acogió como se acoge a un familiar.